Con este tiempo de incertidumbre, de nuevas rutinas, de conocernos a nosotros mismos un poco mejor; estoy creciendo por dentro. Estoy aprendiendo a vivir sin ver a la familia, a sentarme en una mesa sin amigos, a odiar el teléfono que no para de sonar, a no sobre informarme de la situación, a teletrabajar, a mantener los lazos, a sostener pilares… es tiempo de aprender, de valorar, de respetar, de contar hasta cien.
Puedo dedicar más tiempo a la lectura, a la escucha, al flamenco. Me gusta recrearme, escuchar cantes que casi no recordaba, gozar de esos discos geniales, leer sobre artistas y volver a la conexión flamenca. Regresar a mi centro.
También he hecho un visionado de fotografías, he recordado cada sombra, cada recoveco, cada sonrisa, cada persona que aparecen en ellas. He vivido, ni mucho ni poco, pero he tenido al flamenco siempre cerca y lo he inmortalizado mil veces en una calle, en un rincón, en una persona, en un cielo, en una escultura, en un cuadro… en cada sitio que he podido sentirlo.
Me he releído reseñas, he recordado grandes momentos, noches enteras sin dormir, artistas que me dedicaron su tiempo, amistades que surgen cuando menos lo esperas, el frío y el calor, y sobre todo la evolución en la expresión gramatical, en el estilo, en el vocabulario, en la objetividad que existe dentro de la subjetividad, en las entre líneas, en la admiración y el agradecimiento que salpican mis textos. Me he leído a mí y me he visto crecer, como todos estamos haciendo ahora sin proponérnoslo, sin planearlo.
La situación de la cultura y del flamenco en particular es difícil, no solo para el que vive de él, también para los sectores que se benefician del impacto de la cultura en nuestra geografía. Los artistas flamencos en particular intentan sobrevivir con clases online, están presentes con directos desde casa y han creado un nuevo ente que los represente como colectivo; estas son algunas de las medidas que han tomado para mantenerse.
El flamenco lleva unos años de transición artística, de épocas que se cierran y otras nuevas que nacen, pero tengo la sensación de que esta mudanza se está haciendo larga y se está dispersando. Las nuevas formas cantaoras apuntan a Camarón y Morente, cogiendo el testigo de la tendencia de Caracol y Mairena. Pero continuamos estancados y no terminamos de romper hacia ninguna parte.
La escalera del flamenco no está ordenada, hay escalones más altos, otros demasiado bajos y esto genera mucha brecha en el cante. Muchísima.
Tras publicar mi humilde obra literaria, dejé de estar presente en los debates de las redes, me alejé del modelo flamenco actual, de lo efímero. El flamenco de hoy carece de memoria, no estamos creando un flamenco asentado, la mayoría de obras son pasajeras, superficiales, insulsas, pobres.
Sigo a los cantaores de la actualidad, observo cómo se comunican por redes, la buena sintonía entre algunos de ellos, en que están trabajando, como van enfocando su carrera, sus agendas. Poca verdad, poca realidad. Artistas infravalorados, artistas sobrevalorados. Y en medio, la nada.
El flamenco de hoy además de estar unido, necesita fuerza, valentía, creatividad. La fuerza de la personalidad del artista, del planteamiento serio de un trabajo. La valentía de explorar otros campos, de no copiar, de no imitar. La creatividad de aportar, de renovar formas. Fracasar o vencer, quien lo sabe…
Replantear repertorios, por ejemplo, estudiar antes de meterse en un estudio a grabar, otro ejemplo. Detalles de grandeza, que ahora mismo si solamente unos cuantos lo hacen el resto de sombras no los dejan brillar. No se ven, se pierden en la multitud. El sota, caballo, rey no es eterno porque el arte, la música, el flamenco está en movimiento no es estático, no existe un único sentido, una dirección estricta.
Nos quedan los maestros que se pueden contar con los dedos de la mano, ojalá que tarden en irse, pero cuando no estén… no podemos vivir de querer ser Miguel Poveda sin un esfuerzo, sin un sacrificio, sin un riesgo. No. El milagro no existe.
Me hago dos preguntas: ¿existen tantos aficionados al flamenco como se cree? ¿continúa el cante flamenco más clásico encandilando a la afición?. Mis respuestas son unísonas: no.
Nadie aprende de las lecciones que el mundo nos ofrece, eso es una utopía, así que no pretendo que el flamenco presente un rostro nuevo en los próximos años. No he perdido la esperanza, he aprendido a vivir sin ella, disfruto de esa parte flamenca de mí que renace en cualquier circunstancia, que me da fuerza y rehuyo del flamenco que nada me provoca. Hay que crecer sin destruir, mejorar sin olvidar, vivir y no sobrevivir. Creo que falta mucha verdad, y para mí, la verdad siempre conquista.
En el futuro el flamenco regresará a dar oportunidades, a brillar, a crecer por dentro… y si no lo hace… la culpa, volverá a ser nuestra.
genial entrada, yo lo siento igual
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La vida misma, querida!! un abrazo!!
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