Sara Baras y la sombras del flamenco

Hace tiempo que guardé la libreta y me planteé disfrutar más del flamenco. Ahora me gusta ir de simple público espectador a disfrutar de los recitales y espectáculos flamencos y no pensar en nada más que en gozar un rato y desconectar de las rutinas. Nunca se consigue del todo, me di cuenta hace años que las personas con menos conocimiento son más felices que yo cuando voy a escuchar flamenco en directo. A veces hasta las envidio.

Hace una semana coincidiendo con mi visita a la capital andaluza se anunciaba en el Teatro de la Maestranza las “Sombras” de Sara Baras y asistí como público raso en el patio de butacas, hacía tres años que no veía a la bailaora gaditana en un escenario. Sara es una artista que me ha visto crecer y me ha acompañado indirectamente en todo mi caminar. Cuando empezó a abrirse camino, sus primeros espectáculos se anunciaban en teatros a los que ya, por cuestiones técnicas y de montaje, no se pueden programar y eso lo echo de menos.

Este espectáculo es un homenaje a la farruca, su baile fetiche. La farruca es una arista más en su nombre, como su diseño de vestuario, sus pies eléctricos, sus giros, su escenografía. Con el paso de los años, ha conseguido fraguar su personalidad en el baile y mantenerse en la primera línea. Conservo el VHS donde baila la farruca con pantalón en un paso a tres allá por los años noventa. También guardo los programas “Duende Flamenco” que ella presentaba en la 2 de TVE. No ha llovido. Custodio miles de momentos y material de Sara Baras desde que el flamenco empezó a moverme. Pero no es a eso a lo que vengo.

Vengo a contar el bucle en el que se envuelve al flamenco. Hay muchos aficionados a los que le sorprende que Sara Baras llene tres días consecutivos el Teatro de la Maestranza de Sevilla con un aforo de casi 1.800 butacas mientras que otras figuras no salen de unos espacios más reducidos, peñas flamencas, festivales puntuales o programaciones como Bienal siendo su baile brillante, mágico o ancestral.

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No dudo de la valía, ni del talento, ni de la trayectoria de esos artistas que no llenan aforos durante un mes en Barcelona o Madrid, igual que no dudo de la de Sara Baras. Pero hay que mirar más allá de la calidad del baile, del pellizco, del arte.

Hay que mirar en la gestión, en el sistema, en la proactividad y dejar a un lado la comodidad, la costumbre y la flojera. Pasar miles de horas bailando está bien, pero la visión de empresa y el tejido industrial flamenco está muy abandonado; entre otras cosas porque no se trabaja en ello. Sí, hay que trabajar, no solamente bailar. Aplicado también al cante y al toque.

Dejar a un lado la apariencia en redes sociales, el peloteo y la ojana.

En el flamenco hay muchas más “Sombras” que las que baila Sara Baras.

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