El universo de Yolanda Osuna

galaxia flamenca yolanda osuna murcia flamencaEl baile de la cordobesa inaugura la temporada de Murcia Flamenca en la mítica sala de la capital murciana «La Puerta Falsa», con un recital de flamenco sin aditivos lleno de contrastes y matices poniendo el listón en la órbita de la calidad jonda. La primera reseña de galaxia flamenca la abre el paso firme de Yolanda Osuna, en este camino paralelo a la vida que llamamos flamenco.

Después de trasegar unos meses de un sitio a otro tocaba volver a los sitios de siempre, aquellos que te dejan soñar despierta con la gente que te dedica el aire y te regala el arte. Sonaban las seis cuerdas entre las manos sevillanas de Miguel Pérez por farruca, melodía envuelta en drama, golpes precisos y anunciando lo que sería una noche de gozo. Se el sumó Jesús Corbacho por malagueñas y abandolaos, personalísimo, como siempre; el de Huelva resolvió su presentación en el escenario con la soltura de su experiencia, su estar flamenco, su temple y su boca torcida. Podría cerrar los ojos mientras escuchaba su voz y ponerle su semblante, ese que se encierra en su particular eco.

galaxia flamenca yolanda osuna manton

Y ahí llega Yolanda Osuna por tarantos, expresiva y sútil, peleándose en cada tercio que se turnan Jesús y el cordobés Bernardo Miranda. Se retorcía la bailaora y resurgía como una estrella, estilizada y llena de emoción. Es mágica como cuando miras la luna y cada vez le encuentras algo nuevo, así estaba anoche la cordobesa, sin poder quitarle el ojo de la belleza de su drama y el desparpajo por tangos; con un zapato limpio y medido, sin abusos y elegante. Se iba su presencia con el cante a Granada y dejaba la estela de un cometa que cogía Bernardo Miranda por soleá. El cantaor se presentó con este cante que adoptó en su voz con gusto y sabor; alejado del micro remataba cada tercio convirtiendolo en oración, un rezo a media voz, como un susurro de quien se siente desprotegido y desarmado, así estaba Bernardo anoche; dulce y flamenco, toreando el compás de forma airosa, cómodo, crecido nos hizo catar el cante bueno.

Y remataba la noche la bailaora por alegrías, con mantón de manila azul intenso, como un cielo sin nubes en las playas gaditanas. La guapa se gusta y nos gusta, gracia sin empacho, cierres de chulería flamenca, con la guitarra ajustada a ella, mirándola, con las palmas de sus cantaores, escobillas ágiles y formas originales. No aburre, no cansa. Queremos más, pero no se nos puede hacer caso, se despiden con una pataíta por bulerías y Yolanda Osuna se va, con su universo a otra parte. Suerte amiga.

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