Cuando algo se rompe, me da por escribir. La historia puede cambiar es un segundo, a menudo lo he vivido en el flamenco, en el día a día, en los libros de historia, en los símbolos que se crean con frecuencia para aplacar nuestra conciencia. En la lucha de ese poder que reside en la rutina.
Hay un momento en el que volvemos a ser personas. Vulnerables, inseguras, frágiles, al fin y al cabo… vivas. Porque la vida a veces te demuestra que todo puede cambiar y que todo se puede romper.
He venido aquí, a mi humilde rincón, sin cabrearme ni sentir locura. He venido como quien reza, endeble y desvalida a pensar, que todo lo que está escrito se puede reescribir.
Llegan días santos, de cruces, cirios, mantos y campanas donde se venera una historia, real o no, épica y universal. Ya ni me pregunto nada. Porque un golpe en el pecho a veces vale más que una dosis de honestidad con nosotros mismos.
Caerán saetas a raudales desde cientos de esquinas y hay que callar. Buscaremos un cobijo entre masas de gente para mirar al suelo y escuchar, solamente escuchar. Caminar lento, mirar a los ojos a los desconocidos, levantar la vista y sentir emoción. Eso para muchos es la Semana Santa, reflexión. Nos queda pendiente la autocrítica, juzgar, no como hicieron con Cristo, no juzgar al de al lado… no nos olvidemos que las primeras personas somos nosotros. Para todo, no siempre para lo bueno solamente.
Un día despiertas y sientes que todo se puede romper, que todo puede cambiar, que la comodidad también es efímera, que el poder es un interés y que la vida siempre está a medias.
He visto un monumento caer, un símbolo de arte, de cultura, de arquitectura y de historia reducido a cenizas. Ardía en silencio, con corazones gritando y almas desoladas. Y nunca volverá a ser lo de antes, ni a guardar en sus muros siglos memoria. Porque la historia se ha apagado como el fuego y solo nos queda la memoria.
Creía que lo único que puede quebrar la historia era la fuerza de la naturaleza y la ignorancia del ser humano.
Pero no, la historia también es frágil. Como la memoria, como las personas, como la vida.
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