Estaba deseando volver, sentarme tranquila sin mirar el reloj y darle vueltas a todo. Sin duda el año pasado no ha sido muy fructífero para el flamenco, seguimos estancados. Ahora es época de leer rankings, listas y toda clase de artículos bobos. Estoy escuchando los últimos trabajos discográficos que se han publicado y para este 2019, uno de mis propósitos flamencos sería que las letras se escojan con criterio. También que Israel Fernández se corte el pelo. Pero sobre todo el tema de las letras.
Para la que escribe esto, el contenido de lo que se canta tiene un porcentaje importante a la hora de valorar un cante o a un artista. Las letras manidas me condicionan demasiado a la hora de escuchar un cante, porque me hace comparar al cantaor con el maestro. También me ocurre que veo al mismo artista varias veces en un periodo corto de años y descubro que canta lo mismo que la última vez que lo escuché en un recital y me decepciona. Y por último, en los tiempos que estamos creo que las letras machistas ya se deberían de haber eliminado o al menos pulido un poco para que no suenen tan estridentes.
Sin dar nombres y sin poner ejemplos, quien lea esto sabrá perfectamente de lo que hablo. Hay letras míticas que no digo que no se canten, pero no entiendo que el repertorio sea tan escueto y repetitivo. Por supuesto que esto no es algo que les pase a todos los cantaores y cantaoras; hay quien encarga letras o quien las escribe él mismo y las va cambiando o alternando con el paso del tiempo con otras más populares.
Las letras para mí enriquecen mucho al flamenco, porque el flamenco tiene esa suerte de poder cambiar las letras del palo que se canta, cosa que en otras músicas no se pueden hacer porque no se cantan palos, se cantan canciones; y estamos desaprovechando una fuente de valor. Cuando todo se repite también me da cierta sensación de que el artista se ha acomodado, borda esa letra y la utiliza como una baza. Creo que el flamenco no es un espacio para acomodarse, sino para expresar, transmitir y crear.
Es complicado encontrar personalidad en el cante en sí, últimamente hay muchos cantaores que son copias malas de otros o que no tienen nada distinto que nos pellizque. Por eso yo comenzaría por seleccionar las letras de cada recital y a partir de ahí ver qué cambios pueden surgir a la hora de ejecutar un cante.
Utilizar palos en desuso y recuperarlos sería otro plus a todo este aburrimiento de flamenco que tenemos. Refrescar los palos e ignorar las modas que se imponen entre artistas que convierten en temitas los cantes sin apenas darse cuenta.
Llamadme infeliz, pero me gusta pensar que hay muchas pequeñas cosas con las que empezar a trabajar y darle forma a un flamenco más selectivo y sofisticado. Detalles que marcan la diferencia y que te hacen despertar del letargo insulso y aburrido en el que nos encontramos.
Mientras sigo soñando, que tengan un feliz año nuevo, con repertorio variado y algo de compás.
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