La nueva doctrina flamenca

El flamenco está revuelto últimamente y es que nos sobran los motivos para ello. Hoy vengo a mi espacio natural para dar mi opinión porque creo que me va a estallar la cabeza sino pongo un poco de orden en ella, escribir me sirve para eso. Para ordenar, para leerme, para desahogarme.

Estamos viviendo un cambio en las programaciones de los festivales flamencos más importantes, han rebajado los filtros y alejado la frontera; el flamenco de raíz lo divisamos cada vez más lejos en el horizonte. Preocupa, entristece, indigna.

Lo importante no es que un artista se desnude íntegramente en un escenario, ni que se baje los pantalones, ni que se acompañe de instrumentos eléctricos. Porque un artista debe ser libre para crear su proyecto y va a donde le contratan como cualquier profesional. Cuando se crea alguna propuesta novedosa, aperturista o moderna hay que pensar si le aporta algo al flamenco o no. Si aporta se quedará y sino aporta, si es mala se olvidará y si es buena se establecerá en el lugar adecuado. La mayoría de artistas que forman parte de esta nueva corriente neoflamenca conocen muy bien el flamenco tradicional, comenzaron sus inicios en él y tienen una formación y preparación para afrontar el flamenco desde muchas perspectivas. Se arriesgan abriendo una nueva dirección pero saben que si no les funciona pueden volver atrás, al corte clásico.

Lo importante y lo que alarma es que los gestores de los festivales le den un espacio y alimenten la palabra “flamenco” contratando con dinero público trabajos que hacen que este arte pierda parte de su identidad. Porque el dinero público, recordemos, lo pagan los ciudadanos mediante impuestos y lo gestionan los políticos; así que, dejamos a la cultura flamenca en manos de personas que no están capacitadas para fomentar, divulgar y valorar un Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

El flamenco evoluciona, porque es una música, no está muerto ni atascado. Es un arte que se puede utilizar como herramienta, canal o excusa. Nunca ha sido un atractivo para masas de público ni es un negocio en auge. Pero hay personas que quieren que sea así y programan dentro de los festivales propuestas de éxito vacías de contenido flamenco pero rentables y sonoras en los medios de comunicación generalistas, que no conocen el flamenco, ni a su afición, ni su historia. Lo que hace que el aficionado no se identifique en los últimos tiempos con las programaciones del Festival de Jerez o de la Bienal de Flamenco de Sevilla, éste último con un presupuesto de millón y medio de euros.

La limosna pública tiene un precio que estamos pagando desde hace ya bastante tiempo, porque quien acepta ese dinero también acepta unas condiciones; y el flamenco carece de soporte industrial privado. Hay que tomar conciencia y apoyar lo nuestro, emplear tiempo y dinero en sacar a flote a los artistas, festivales, discos, documentales, espectáculos, libros y eventos que representen y proyecten su identidad.

Mucho se criticó -y se critica- la doctrina de Antonio Mairena que cerró el círculo en el cante gitano de la baja Andalucía, hoy en día, nos enfrentamos a la doctrina aperturista de los que nos gobiernan -y sus amigos- que abre ese círculo a todo aquel que tenga una propuesta rentable sin importar el contenido.

Yo no deseo doctrinas ni caridad; quiero libertad sobre una base que tiene 200 años de historia, pido respeto para lo que amo. Quizá es pedir demasiado para un mundo poderosamente politizado donde el flamenco, es lo de menos.

Cartel anunciador de la Bienal del Flamenco 2018

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