Mal de muchos, consuelo de tontos

Son momentos difíciles para toda la sociedad. Es lo que nos decimos cuando lo pasamos mal, pero no nos olvidemos del dicho: «Mal de muchos, consuelo de tontos». También es un momento poco excitante para mí. Pero yo siempre estoy lejos de las mayorías, solamente porque no lo siento nunca así.

Ando entre flamenco, indios, ruedas, papeles, letras, melodías… más que desorientada, poco motivada. Asumiendo pérdidas, vidas que se van, y otras nuevas que llegan. El tiempo lento es un tiempo muerto. Y cada uno se aferra a lo que se tiene cerca, a una luz, a un sitio que este caliente, a una palabra que te dé un aire de otro planeta. Esperando mi momento, aguardo tranquila e insegura.

Escucho, aprendo y escribo. Por ese orden.

Bautizar este blog -en un principio- como «La hija del Espín» no es una casualidad ni un nombre al azar. Yo nací y me encontré a un flamenco en mi casa, mi padre. Me encontré a una estirpe de sangre caliente y fuerte que son los Espines, toda mi familia paterna. Son personas honestas y salvajes. Respetadas y llenas de magia, son nobles pero tienen carácter. Tienen un pellizco que no es común. Y se identifican con el flamenco, son aficionados y demuestran la sensibilidad entre cantes, bailes y toques. Así es mi tribu.

Dicen que cada día soy más como ellos, a veces, eso acojona. Es una pena no tener nada de mi madre, de los «gatos», todos de ojos verdes y de bocas perfectas. Pero mi físico y mi carácter me delatan como «Espina», y siempre lo supe, larguirucha y delgada, con cara fina y ojos rasgados, desafío al mundo cuando miro sin darme cuenta.

Son días de pena para los Espines, y me padre se agarra a mí y yo a él, no hay nada más bonito en el mundo que eso. Me gusta disfrutar de su compañía y aprender de él, y me apenan sus penas porque son mías, porque la sangre corre, la sangre llama, la sangre llora, y la sangre cura.

Porque quien da algo puede no acordarse, pero quien lo recibe nunca lo debe olvidar.

Todo esto viene porque hemos pasado momentos de tristeza y desamparo despidiendo a un Espín, hacía 24 años que no se iba uno… y ha sido uno de los más flamencos, tocaor que desprendía bondad. Hermano de mi padre y mi padrino. Cuando me encuentre preparada y haya asumido la pérdida contaré lo que me pida el alma sobre este Espín tan peculiar. Mientras saco la conclusión:

Quien es pobre y es flamenco, es menos pobre.
Disfrutemos de esta bendición, pues.

2 comentarios sobre “Mal de muchos, consuelo de tontos

Agrega el tuyo

  1. Hace mucho tiempo que no te visitaba y realmente volví porque extrañaba tu punto de vista y tus relatos. Deseo que esta pérdida duela menos cada día y que al final quede lo bueno vivido.

    abrazo desde el huerto

    Carola

    Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Web construida con WordPress.com.

Subir ↑

A %d blogueros les gusta esto: