El camino de Soleá Morente

Con el lío de publicar el libro Flamencólica la adrenalina se me dispara por momentos y entro en un bucle de hiperactividad, que aprovecho para escuchar música mientras voy hilando flecos y preparando mi proyecto. Estos días atrás he estado escuchando Ole Lorelei de Soleá Morente y he decidido darle un toque a mi blog escribiendo sobre él.

Soleá Morente lleva ya seis años de trayectoria musical y parió Tendrá que haber un camino hace casi tres años dejándome una sensación dispersa sobre su intención artística. Ahora escucho Ole Lorelei y todo me parece mucho más concreto. Creo identificar un potaje de pop sintético, rumba funk o aires de jazz y flamenco que conviven en un entorno íntimo. Aprecio la creación de un espacio abierto a todo lleno de libertad y valentía. Soleá a veces me recuerda a la autenticidad de Camela, a la fragilidad de Jeanette, a la frescura de Las Grecas o a la energía de Alaska. Si a todo esto le sumo su genética es una bomba. Una declaración de intenciones que la lleva a nutrirse de música, en su más amplio concepto.

Creo que es una artista que intuye, asimila y arroja; de manera que actualiza sus influencias desde su prisma personal. Se atreve. Se siente libre. Se rebusca. Es una auténtica Morente.

A mi oído se le resiste la soleá autotuneada de Bernarda, las alegrías “Grandes locuras” o el fandango “Por tu querer como un niño”, será por mi condición de aficionada clásica o por no entender muy bien su concepto. Pero si que me gusta el halo de misterio y oscuridad de otros temas como “Por qué será” o “Anoche me preguntabas”, me chuta energía la rumba “Ole Lorelei” y tarareo la pegadiza “Baila conmigo” sin control. Se percibe que hay mucho trabajo detrás, tanto en la formación, como en la proyección, como en lo profesional. Una faena humana de talento, como el de Alonso Díaz o Lorena Álvarez.

A los flamencos, no os aconsejo escuchar este trabajo si esperáis algo de corte tradicional. La única tradición que se transmite en Ole Lorelei es la esencia morentiana y la constante búsqueda de sonidos, pero fuera de un flamenco rancio y duro. Soleá abre una vez más las puertas de la percepción sin miedo.

Pese a su apellido no la encontraréis buscándose la vida en espacios que no le competen, su zona de confort está en lugares tan ruidosos como los festivales alternativos y tan coquetos como los teatros intimistas. Genuina y verdadera. Honesta y sentimental. Posee ese gen dominante de no saber explicar pero si se permite sentir.

Al final, huyendo de las etiquetas, Soleá ha encontrado ese camino: Ole Lorelei.

 

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