Como aficionada al flamenco, malgasté los primeros cortes buscando a la Rocío Márquez de hace 15 años, la de la lámpara minera, la que sonreía a todos, que siempre quedaba bien, la que sufría por desagradar. Hubo un momento en el que me di cuenta que tenía que dejar de buscar esa piel, como en sus seguiriyas.